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Museo Nacional del Grabado

PATRIMONIO | El grabado como documento arquitectónico. Pulpería del Caballito de Julián C. González

Los barrios porteños según la mirada de artistas grabadores.

El Museo Nacional del Grabado posee una amplia colección de grabados que muestran la ciudad de Buenos Aires. Estas imágenes son, qué duda cabe, interesantes documentos arquitectónicos que muestran cómo ha ido cambiando nuestra ciudad. 

Pulpería del Caballito de Julián C. González. 
Este grabado es el documento arquitectónico que compartimos con ustedes en el mes de agosto. A continuación, reproducimos un fragmento del texto que escribió su nieta Inés Lalanne, que forma parte del libro Julián C. González, grabador y pintor: crónica de una ciudad en imágenes.

El barrio debe su nombre a la pulpería que en 1804 instaló don Nicolás Vila en la esquina de las actuales calles Rivadavia y Emilio Mitre, y que era reconocida por su típica veleta en forma de caballito. Como todos los barrios del oeste, también éste progresó en forma notable con la llegada del ferrocarril, que desde 1857 atravesó el barrio adoptando el nombre de la famosa pulpería para su estación en el lugar.

Zona de lujosas quintas, a lo largo de la actual avenida Rivadavia, era para los porteños un lugar de fin de semana. Precisamente de una de sus quintas, la de Ambrosio Plácido Lezica, nace en 1928 el Parque Rivadavia. El tranvía y más tarde el subterráneo contribuirán al desarrollo de este barrio, hoy en día uno de los más residenciales de Buenos Aires, y en cuyo interior se encuentra localizado el centro geográfico de la ciudad. En la plaza Primera Junta, una réplica de la tradicional veleta del caballito, nos retrotrae a aquellos tiempos en que el barrio era el descanso obligado antes de ingresar a Buenos Aires.

González nos presenta una estampa exquisita, acotando que la calle en que se encontraba la pulpería era la Calle del Polvorín. Éste es otro caso en que la casa está vista desde abajo, por lo cual a pesar de ser una construcción de una planta, toma relevancia. Creo que el artista se valió de este medio y de una perspectiva algo exagerada para poner en valor la casona que diera nombre al barrio.

Alineado con el tercio de la composición, se eleva la veleta del caballito, detalle imperdible. Casi al medio de la obra, la gran puerta de entrada a la pulpería, destacada por el mayor contraste que se da entre el umbral blanco y el oscuro total de interior que deja entrever la puerta abierta.

Las medias tintas borrosas del cielo con nubes que se desplazan en diagonales ascendentes ponen distancia con la casa, que en un juego de luz y sombra destaca su esquina sin ochava abundando en detalles sutiles de ladrillos y enrejados. En esta obra el recorrido visual nos lleva como por una suave elipse al umbral iluminado y a la cortina que hábilmente se adivina apenas levantada como para invitarnos a entrar en la pulpería. Es sutil, pero puede apreciarse que el oscuro intenso de la parte inferior de la mencionada cortina es lo que se devela para permitirnos adentrarnos e imaginar las mil historias que allí sucedieron.